Cuando los refugios estaban hechos de papel

Te encantaba introducir tu nariz entre los libros, te sentabas con uno en la mesa enorme, de madera maciza, un poco entre haciéndote la interesante y siendo interesante de verdad.  Luego echabas un ojo para saber si te estaba mirando aquel chico del fondo, un chico, casi cualquier chico; siempre había un chico en el fondo que deseabas que te mirase, porque tenías trece años y empezaban a salirte granos. Y la verdad es que él casi nunca lo hacía, pero no pasaba nada, porque entonces volvías a meter tu nariz entre las páginas amarillentas, y leías, y  te olvidabas de lo que ocurría al fondo de la biblioteca. Y casi siempre decidías llevarte el libro, porque tenías catorce años y casi todas las letras te valían, y tenías aún todo el tiempo del universo, todo dentro de tu mochila.


Y luego el ritual, levantarte, volver a echar una mirada, por si acaso, y descubrir que quizás sí, que quizás el chico también te miraba por el rabillo del ojo, y te imaginabas cómo te seguía con esa mirada hasta que te acercabas al mostrador. Y sin darte la vuelta, suspirabas mientras clavabas tus ojos en aquellos archivos de madera maciza de los que sacaban unas fichas en las que escribirían tu nombre, sin ver si los archivos eran de madera o de cartón piedra, porque tenías quince años, y la imaginación y el papel eran los únicos tesoros.


Pero como sin querer, aquellos archivos permanecieron en tu retina, y claro, cuando apareció uno delante de ti, con el barniz ajado y algún golpe, ¿cómo no ibas a quedártelo para recrear la bilbioteca en tu propia casa? ¿Cómo no ibas a hacerlo, cuando tenías más de treinta y, de repente, sentiste el olor del libro, de algún libro, de todos los libros usados en tu nariz, y había también un chico mirándote, otro chico, pero mucho mejor?






Proceso creativo
Convertir un mueble archivero de los 50 en una mesita auxiliar actual con mucha fuerza visual (de ahí la decisión del rojo), que la haga una pieza protagonista.
Materiales
- Lijadora mouse con lija de grano 100
-       Anticarcoma 
- Pintura al agua roja
- Vinagre
- Lija de acero 000
- Papel de flores de gramaje grueso
- Rodillo
Transformación 
Primero, lijé con lija de grano fino 100 , suficiente para hacer saltar el barniz, que estaba bastante deteriorado, sin rallar la madera. Después del lijado, le di una capa de anticarcoma, sólo como prevención, ya que la madera estaba en muy buen estado. A continuación, como lo que pretendía era lacar, pero sin perder la textura de la madera, di una primera capa de pintura bastante licuada para que actusase como tapaporos, y a continuación, otras algo más densas. Todo esto, con rodillo, aprovechando las superficies lisas del mueble.
Para limpiar los tiradores, he utilizado vinagre caliente, frotando con la lija de acero, lo suficientemente suave como para no rallarlos, pero lo suficientemente fuerte como para quitar la suciedad que se le había quedado pegada en el transcurso de los años.
Por último, para aprovechar el interior de los cajones que, como eran de un archivo, estaban abiertos en el fondo, forré unas cartulinas gruesas con papel (también grueso).

Y voilà! Listo para ocupar su sitio en casa! En la de be, o en la tuya...

Comentarios

  1. ¡Qué historia más bonita! el archivador es precioso y el color rojo, junto con los cajones forrados, más todavía. Ese tipo de tiradores para poner cartelitos, tienen muchísimo encanto.
    Vaya archivador más alegre y especial, felicidades.
    Besitos Be.

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  2. gracias por tus palabras y por pasarte por aquí, Beatriz!

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  3. me ha gustado muchísimo el archivador!te ha quedado genial...enhorabuena!!!

    www.amoresbohemios.blogspot.com

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